Homilia de la celebracion del Domingo de Resurrección
Inmediatamente después de la Consagración del Pan y del Vino, se nos invita a hacer una profesión de fe a manera de compromiso: por eso respondemos que anunciamos la muerte y proclamamos la resurrección de Jesús para siempre, hasta el momento de su venida al final de los tiempos. Con esta profesión de fe reconocemos su presencia real y sacramental, fruto de su acción sacerdotal, repetida y hecha memoria por cada ministro sacerdote ordenado.
Hoy, día de la Resurrección, nosotros celebramos cantando aleluya al Señor por su Resurrección. Durante los días pasados de la semana mayor hemos conmemorado los misterios de su Pascua. Es decir, todo lo que hizo para darnos la salvación. Desde su ofrenda como víctima hasta su resurrección como el Señor de la Vida. Hoy celebramos al Cristo Pascual, Resucitad y sumo Sacerdote de la Nueva Alianza.
Como nos lo enseña la Palabra de Dios leída en el libro de los Hechos, nos encontramos ante aquel que pasó haciendo el bien, pero que fue conducido a la muerte por quienes no lo quisieron. Sin embargo, ofreció su vida por la salvación de todos. Los Apóstoles se declaran testigos de todo ello, y nos invitan a ser también nosotros testigos de ese hecho maravilloso.
De hecho, somos testigos de la Resurrección. No sólo porque lo proclamamos como acto de fe luego de la consagración, sino también porque hemos sido bautizados e incorporados a la muerte y resurrección del Señor. Somos fruto de un acto de ofrenda sacerdotal: la de Jesús, que nos introdujo en el camino de la novedad de vida.
Ser testigos de la resurrección es lo que nos debe caracterizar en todo momento. De allí que asumamos la propuesta de Pablo: buscar las cosas de arriba y poner el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra. Ser testigos de la resurrección implica, además, el dejarnos llenar de la fuerza del Señor que nos pide lo anunciemos y proclamemos como muerto y resucitado, sacerdote eterno que nos da la salvación.
En este Año Sacerdotal, este compromiso de ser testigos de ese Cristo resucitado nos impulsa también a hacer proclamación de su presencia viva gracias al ministerio de aquellos que, elegidos por Él, están al servicio del pueblo de Dios con la finalidad de hacer memoria Suya en todo momento. Así, estaremos en sintonía con la Iglesia, pero también estaremos siendo corresponsables con todos aquellos que han sido llamados a ser testigos de la resurrección en el servicio del pueblo de Dios.
Hoy, Pascua de resurrección es el día que ha hecho el Señor. Es el tiempo de la gracia en el que vivimos y con el cual recibimos el entusiasmo de la fe, de la esperanza y de la caridad. Que el Resucitado se siga haciendo presente a través de nosotros… más aún, que su acción sacerdotal se siga recibiendo en el mundo de hoy gracias a que somos capaces de anunciar su muerte y proclamar su resurrección en todo tiempo y en todo lugar. Amén.