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15/2/09

EL INTERES POR LOS DEMAS

En la primera carta a los Corintios, Pablo nos invita a que, actuando en el nombre del Señor, no busquemos nuestro propio interés, sino el de los demás. Esto se enmarca dentro del mandamiento del amor que distingue e identifica a los cristianos, discípulos de Jesús. Esa preocupación por los demás, que incluye la fraternidad y la solidaridad, apunta hacia un bien muy particular y específico: que todos se salven. Esto es, que todos alcancen la plenitud. Ya desde este mundo podemos y debemos ir caminando hacia la plenitud.

Todo esto conlleva algo necesario: entender que la salvación, si bien se da al final de la historia, la vivimos y la celebramos ya en esta tierra. Es lo que nos pidió Jesús,m cuando nos invitó a construir su reino. El reino de Dios es la presencia actuante y salvadora de Dios en medio de los seres humanos. De allí, que al actuar en su nombre, nosotros seamos capaces de compartir lo que somos y tenemos para que cada hermano y semejante a nosotros pueda compartir el camino a la plenitud de vida.

Hoy por hoy, por otra parte, nos encontramos con algunas serias dificultades: el egoísmo y los intereses propios de unos cuantos frena el desarrollo personal y social de la humanidad. Más aún, los criterios del mundo apuntan a mostrar como que el interés personal y propio de cada uno es lo que cuenta, aún en desmedro del interés o bien común de los demás. Por eso existen tantas inmoralidades y tantas oscuridades en nuestro mundo. Todo esto, a la vez, causa relativismo ético, guerras, opresiones, frente a las cuales tenemos que dar una respuesta de evangelización.

Los discípulos de Jesús, si de verdad queremos actuar en nombre de Jesús y para la gloria de dios, como nos le enseña el Apóstol, sencillamente tenemos que tener un interés específico: hacer realidad la fuerza del amor. Y Pablo nos indica que el amor todo lo puede y nunca pasará. No es fácil, pues los criterios del mundo van lpos las sendas del desamor. Lo que importaría, en el marco de esos criterios, es el interés egoísta, consumista, materialista y hedonista de la gente… “sé tú lo que tienes que ser, aunque debas fregar a los demás”. Es por eso que en el mundo se dan no sólo desigualdades, sino también opresiones, rivalidades y conflictos.

La Iglesia en su enseñanza social sostiene la importancia de la solidaridad, que Juan Pablo II definía como la decidida preocupación de todos por el bien común. Hoy el bien común se esconde en propuestas hermosas de grupos y de individuos: por eso se destruye la naturaleza para ofrecer paraísos de urbanizaciones y residencias que se construyen en la destrucción del entorno que es bien común de todos; por eso encontramos los beneficios de unos pocos que se lucran de la prostitución, del narcotráfico, de la violencia y atentan contra la paz social, auténtico bien común de la humanidad; por eso, se justifican invasiones y agresiones como las que se han hecho contra Gaza, porque es más importante el bien de unos pocos y no el bien común de todos… En el fondo es el egoísmo, el motor de todo esto.

Pero el mensaje de Pablo es claro y directo: le pide a los creyentes que no den motivo de escándalo para nadie, por lo que es necesario que se busque el bien de todos y no el propio y particular interés egoísta de algunos. Al hacerlo, los creyentes no sólo practican el mandamiento del amor fraterno, sino que se presentan como discípulos, seguidores identificados con Jesús. Entonces, cada creyente que así actúa podrá decir con Pablo: Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo…

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.

Resultados Preliminares del Diagnostico Moral del Táchira