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23/5/09

TESTIGOS…

En el momento solemne de la Ascensión, el Maestro se despide de sus discípulos dándoles una misión: salir a evangelizar a todos los pueblos, y hacer que todos los que reciben el anuncio del Reino puedan convertirse en discípulos de Jesús. Para esto, ya les ha ofrecido la ayuda insuperable del Espíritu Santo, que recibirán diez días después, en Pentecostés…

Hay dos elementos importantes en este hecho marcante de la Ascensión: uno primero es el de la confianza de Jesús, a sus discípulos. Les deja la tarea de seguir su obra, hincada con su predicación y sellada con su Pascua. La tarea, por otra parte, es inmensa, ya que abarca todos los pueblos y todas las épocas. Así les deja una característica esencial de la Iglesia, que vive, precisamente para evangelizar.

Pero, no limita dicha tarea a algo meramente expositivo, como si se tratara de una filosofía que hay que exponer y hacer crecer con raciocinios. Lo que les entrega Jesús a sus discípulos es una vida nueva que hay que proclamar y contagiar. Para ello, deben poseer el mismo estilo del Maestro: por eso, como nos recuerda Lucas en el evangelio y en el libro de los Hechos de los Apóstoles, los discípulos se convierten en testigos.

“Ustedes son mis discípulos y testigos”. El mandato evangelizador se convierte así en una caracterización que va a marcar para siempre la identidad de los seguidores de Jesús. No sólo de aquellos iniciales sino de todos los que, en el tiempo y en el espacio, aceptarían el mensaje liberador y salvífico de Jesús.

Ahora bien, ser testigo no significa sólo portarse bien o mantener una conducta buena. Es eso pero con algo más determinante: ser testigo es transmitir con la propia existencia, con los actos y palabras, la razón de ser de esa vida nueva, es decir, la Persona de Jesús, Por eso, a los discípulos que van a evangelizar, el señor les pide que sean sus testigos; esto es, que sea capaces de revelar el misterio de Dios salvador que están viviendo y por el cual han hecho una opción.

Esta realidad testimonial es la que le da impulso e importancia a la misión que reciben. De hecho, según el testimonio de Hechos de los Apóstoles, gracias al testimonio entusiasta y perseverante de los primeros discípulos, se iban agregando nuevos seguidores de Jesús a la Iglesia naciente. El cristianismo no nace como un conjunto de preceptos religiosos ni como una filosofía hermosa. Nace como una vida nueva, como el movimiento de los que se deciden seguir a Jesús y actuar en su nombre. Es esto lo que se consigue, con la gracia de Dios, a través del testimonio de los discípulos-cristianos.

En estos tiempos de nuestra misión diocesana, es algo que no debemos olvidar. Al proclamar el evangelio, al edificar el reino, al hacer lo que nos pide Jesús, tenemos que ser testigos. Además, el testigo pone su propia vida como garantía de lo que cree y predica. Así, la vida de los creyentes-testigos es un anuncio de la fuerza de salvación de Jesús, el Señor. Por supuesto que hay que alimentar esa vida de testimonio con la Palabra, con la Eucaristía, con la oración y la enseñanza de la Iglesia, y manifestarla a través de las obras del amor, distintivo primero de todo discípulo.

Hoy, el mundo está urgido de testigos. No se necesitan cristianos de misa y olla, o de cristianos que apenas cumplen con lo mínimo y se olvidan del amor fraterno, o del apostolado o de la evangelización. Hay quienes piden muchas cosas a la Iglesia… pero se olvidan de darle su propio compromiso en medio de los hermanos. Hay quienes quisieran ver en la Iglesia la promotora de una religión fácil… pero, entonces se olvidan de la cruz de Cristo. Hay quienes quisieran ver una Iglesia preocupada por las cosas del mundo…pero, entonces se olvidan del triunfo pascual de la luz sobre la oscuridad.

Evangelizar es la tarea permanente y esencial de la Iglesia. Hoy, estamos en un mundo que requiere ser evangelizado con una fuerza especial. No falta quien se pregunte si esto es posible. La respuesta es clara y contundente: no sólo es posible sino necesario y urgente: para ello, contamos con la acción del protagonista de la misión, el Espíritu Santo; para ello, también debemos entender que Dios cuenta con cada uno de sus fieles discípulos que se han convertido además en testigos…

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.

Resultados Preliminares del Diagnostico Moral del Táchira