Es tradición popular de San Cristóbal, la celebración de la Fiesta de San Sebastián, valeroso capitán y mártir de la Iglesia. Es celebración patronal que nos permite a los creyentes en Cristo una reflexión sobre nuestro ser de discípulos del Maestro. Generalmente, mucha gente tiene memoria de San Sebastián por unas ferias que se organizan pidiendo prestado su nombre y su patrocinio. Pero, de todo ese conjunto de fiestas y jolgorios que componen la Feria, el acto más importante y central es el que estamos celebrando en esta mañana: la eucaristía.
No tiene ningún sentido cristiano el hacer muchas cosas y olvidar lo esencial. Para nosotros, lo esencial en la fiesta del patrono es la enseñanza que Él nos brinda como mártir de la Iglesia. Como tal, además es una nueva oportunidad que tenemos para reafirmar nuestra fe de creyentes y nuestro empeño como miembros de la Iglesia.
El pasado año, por una especial gracia de Dios, la fiesta de San Sebastián, ha servido de marco para el lanzamiento de la MISION CONTNENTAL en nuestra Iglesia local de San Cristóbal. Desde el 20 de enero del 2009, con nuestros sacerdotes, laicos y religiosas, iniciamos la primera gran etapa de la MISION DIOCESANA DE EVANGELIZACION. Esto nos permitió llegar a todos los rincones de nuestra geografía tachirense, para recordar a cada creyente que es hijo de Dios y miembro de la Iglesia: por eso, además les invitábamos con un mensaje directo UNETE A NOSOTROS.
La Misión Diocesana no ha terminado. Ahora comienza una nueva etapa de consolidación de lo que hemos venido anunciando a lo largo del pasado año. Y lo haremos teniendo muy presente uno de los ejes esenciales que junto con la Eucaristía, posee la Iglesia: la PALABRA DE DIOS. Este año de gracia, lo hemos denominado, el AÑO DE LA PALABRA. Y dentro de unos días, los creyentes, dentro de las comunidades eclesiales de base de cada parroquia, podrán, sin duda alguna, comenzar a acceder de manera directa a la lectura de la Palabra Viva de Dios: así, no sólo la conocerá, sino que la pondrán en práctica y les iluminará las diversas situaciones de la vida.
Hoy, la celebración nos permite tener en cuenta una actitud que es propia de todo creyente bautizado. Jesús, al asociarnos a Él por medio del bautismo, nos ha convertido en testigos valientes de su Evangelio. Eso es lo que realizó en su vida de creyente San Sebastián. Con la fuerza del Espíritu Santo, el discípulo Sebastián se convirtió, como todo creyente, en un testigo.
Testigo es aquel que da la vida por Jesús. En todo momento y lugar, sin miedo de ningún tipo, proclama a tiempo y a destiempo la Palabra de Dios. Pero lo hace no como un mero docente que transmite conocimientos. El testigo, por su cualidad de vida, es aquel que revela a Dios presente en su corazón. Es decir, manifiesta que su encuentro vivo con Jesús no lo separa ni de los demás ni de la realidad en la que vive. Testigo significa que el creyente da a conocer lo que ha conocido y amado, pero sobre todo lo que práctica; no es otra cosa sino el cumplimiento de la voluntad de Dios. Esta consiste en que todos los seres humanos se puedan salvar.
El testigo es fiel y coherente. Esto es, no siente miedo de mantenerse unido con Dios y busca la comunión de Dios con todos. Es coherente, ya que mantiene firme su fe y la verdad que ha recibido en la evangelización, la hace crecer a través del amor, como nos enseña Pablo. Todo creyente está llamado a ser testigo. Afirmaba el Venerable Juan Pablo II que el mundo de hoy tiene urgente necesidad de testigos. Pero de testigos a la imagen de Cristo, también conocido por el Apocalipsis como el Testigo Fiel. Se necesitan muchos profesionales y dirigentes, muchos gerentes y trabajadores… pero de nada valdría la presencia de tanta gente preparada así en el mundo si no hubiera testigos. Más aún, los seguidores de Cristo, aún desde su profesión y su puesto en la sociedad, han de manifestarse como testigos del Señor Jesús.
Así, como nos lo recuerda el libro de los Hechos de los Apóstoles, habrá posibilidad de crecimiento en nuestras Iglesias locales. Gracias al testimonio decidido y contagiante de los primeros cristianos, iba en aumento el número de los que se decidían por Cristo. Esto es importante tenerlo en cuenta hoy: muchos son los que se dicen católicos. En no pocas ocasiones hasta buscan el respaldo de la Iglesia para acciones buenas que ellos realizan… pero no se sienten luego capaces de hacer manifestación pública de su fe, allí donde trabajan o viven.
Y hoy, de manera especial celebramos la fiesta de uno de esos cristianos ejemplares, porque fue testigo en medio de una sociedad que le era hostil a los cristianos. No dejó su trabajo de Capitán de la Guardia Romana; era amigo del Emperador, y no dejó de serlo. Pero tenía muy clara la fe que había recibido. Desde ella, con total valentía de testigo del Señor. Osó ayudar a muchos cristianos que estaban presos o que ya se encaminaban hacia el martirio.
Sebastián siempre se distinguió por la fidelidad a su trabajo, por la eficacia que ponía en lo que le tocaba hacer…aunque su fidelidad y su amor central era por Dios. Cuando el Emperador Diocleciano se enteró de su compromiso cristiano, lo retó… Sebastián prefirió mantener la fidelidad a Cristo y a su fe, que la apostasía, aunque ésta hubiera sido hecha por miedo.
Hoy conmemoramos el martirio de un testigo. El martirio es la mayor expresión de testimonio de un creyente. No todos tienen esta vocación, pero sí tenemos la posibilidad concreta de ver en su acción heroica una manifestación de la luz de Dios que ilumina nuestras vidas.
Nosotros hoy celebramos la entrega gozosa de un hombre de Dios, que manifestó la coherencia y fidelidad del creyente, a la que acompañó con otras virtudes, entre las que podemos destacar la transparencia de vida; es lo que en las bienaventuranzas conocemos como “tener limpio el corazón”. Quien así actúa, lo hace con los mismos sentimientos de Cristo. Por eso, no le cuesta, aún en medio del dolor de la tortura o del suplicio, mantenerse firme, porque, sencillamente, se está uniendo al evento pascual de su Señor, con el que consiguió abrir las puertas de la salvación a la humanidad.
El Testigo que llega al martirio tiene que enfrentarse ante el odio por la fe de sus adversarios. Los adversarios de entonces son iguales a los de hoy. No se enfrentan o aniquilan a un creyente por ser cristianos, sino por lo que ello significa. De ahí que lo primero que buscan, con suplicios de diverso tipo, con tentaciones refinadas, es quebrar al creyente. En muchos casos lo logran… pero en casos como el de Sebastián y tantísimos mártires no lo logran.
Nosotros no estamos celebrando hoy la fiesta de un cualquiera… todo lo contrario. Conmemoramos la fiesta de un Testigo que llegó a la gloria del martirio, pues fue capaz de dar su vida por su fe y el evangelio que anunciaba con su propia vida testimonial. Ahora bien, no celebramos a San Sebastián para darle un nombre a unas ferias… hay algo mucho más de fondo. Celebramos al patrono de la ciudad, desde la vivencia de fe y con un creciente sentido de pertenencia a la Iglesia.
Y aprendemos de San Sebastián lo que significó la historia de su vida: su coherencia y fidelidad, que le hizo ser y hacer lo que le indicaba su fe y adhesión a Cristo. Más aún su moral y su conducta transparentaban con sus actos la fe que guiaba, pero sobre todo la caridad o amor cristiano que sustentaba su persona de creyente. Para ello, ciertamente, asumió la vida según el Espíritu, tal y como nos lo enseña Pablo en la carta a los Romanos.
Para nosotros la lección es clara: nosotros no celebramos por celebrar, sino para animarnos a ser discípulos y testigos. Hoy, como en toda época, hay manifestaciones del odium fidei –el odio por las cosas de la fe- que atacan a los creyentes. Algunas, en determinadas naciones y regiones, serán por razones políticas, en otras por fundamentalismo y en otras por otros motivos. Sin embargo, no dejemos a un lado una nueva forma de odium fidei –odio por las cosas de la fe- que se está dando en nuestras sociedades modernas. Desde la descomposición moral existente en todas partes, se persigue a quienes son capaces de anunciar y de mostrar con su vida personal y comunitaria a Cristo. Entonces se les trata de seducir con tentaciones refinadas y atractivas, o con presiones mediáticas, o con falsos conceptos de modernidad… indicando que la religión es un hecho que se reserva para la esfera de lo privado y que mejor es seguir los criterios propios (más bien intereses egoístas), y llegar a creer en Dios a la manera propia del consumidor de estas tentaciones.
Pero frente a esta realidad, hemos de poner la fuerza del espíritu que trabaja en el testimonio de cada creyente. No es fácil, porque los ataques del mundo son muy duros…. Aunque la fuerza del Señor no permitirá que podamos caer si estamos en comunión con Él.
Vivimos una sociedad dirigida por el relativismo ético. Lamentablemente muchos de los que animan y hasta se benefician de la descomposición moral. ¿Pero puede llamarse cristiano y católico un narcotraficante que juega con la vida de tantos jóvenes? ¿Puede decirse cristiano-católico aquel que trafica con niños, o con mujeres, o con la libertad de los que secuestra? ¿Puede decirse cristiano-católico el que promueve el materialismo y el consumismo tan presentes en nuestra sociedad? ¿Puede, de verdad, dormir con la conciencia tranquila de cristiano católico, el que delinque, el que extorsiona, el que rompe la paz social de nuestras comunidades? ¿Puede una persona considerarse católica cuando en nuestras ciudades promueve la ingesta indiscriminada de alcohol, o promueve la drogadicción, o, sencillamente no es pone freno a las inmoralidades en locales de su propiedad?...
Estas y muchas otras más son expresiones lamentables de una nueva forma de odium fidei en medio de nosotros. Porque está dirigida sutilmente a creyentes. Muchos no formados o por miedo pueden caer… De allí la urgencia de renovar nuestra fe y desde ella lanzarnos a la recuperación moral de nuestra sociedad.
En este AÑO DE LA PALABRA de DIOS y con el patrocinio de San Sebastián, estamos invitados a dar un paso bien agigantado. No podremos los católicos llorar en el futuro por no haber hecho hoy lo que nos corresponde. Para ello, sencillamente nos corresponde hacer lo que el Señor mismo nos ha indicado y que nuestro Patrono lo intuyó y realizó: ir al encuentro de los demás para anunciarles el evangelio vivo de Jesús y hacer que se conviertan en discípulos del Maestro. Esta es nuestra tarea permanente. En esta fiesta de San Sebastián se nos presenta una nueva oportunidad de reafirmar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad… y que el mundo sepa que los católicos del Táchira también nos queremos distinguir por ser, como San Sebastián, testigos valientes del Evangelio de Jesucristo. Amén.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.
20 de enero 2010