
(Prensa DiócesisSC).- Con motivo de la celebración del Año Sacerdotal el Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, Mons. Mario del Valle Moronta Rodríguez, publicó una Carta Pastoral dirigida al presbiterio, seminaristas, religiosas y fieles cristianos laicos. En dicho comunicado el Prelado profundiza en la identidad sacerdotal, en la teología sobre el sacerdocio católico y en la vocación y misión de los sacerdotes en la Iglesia y en la sociedad.
Esta Carta Pastoral fue publicada el pasado 25 de julio, Fiesta de Santiago Apóstol, y está compuesto por seis apartados que reflexiona sobre el año sacerdotal, el por qué tenemos sacerdotes, qué significa ser sacerdotes, para qué tenemos sacerdotes, y qué actitudes debemos tener ante nuestros sacerdotes.
Mons. Mario Moronta, manifiesta en su carta que “el sacerdocio cristiano, forma parte esencial de la vida de la Iglesia: es uno de los sacramentos instituidos por el Señor Jesús y que apunta al servicio de todos los miembros del pueblo de Dios”. Y señala que “el sacerdote no es un profesional de las cosas religiosas… Tampoco es un gerente de lo pastoral… Mucho menos se debe considerar el sacerdocio como un escalafón de tipo social que le permita acceder a puestos de privilegios o de relevancia en la sociedad”, dijo Monseñor.
En la Carta Pastoral también precisa el Obispo de San Cristóbal, que el sacerdote “por el sacramento del Orden se configura a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Esta configuración le consagra para actuar en nombre de Cristo y de la Iglesia y así hacer memoria de su obra salvadora”. De igual manera indica la carta, “al configurarse con Cristo, el sacerdote también se identifica con Él de manera tal que hace suyo el estilo de vida de Cristo: es obediente, casto y pobre”.
Finamente Mons. Mario Moronta, invita en la Carta Pastoral a los fieles a orar por la santificación y perseverancia de los sacerdotes, a acompañarlos con sentido de comunión y amistad, a conocer la doctrina eclesial sobre el sacerdocio, y a difundir los hermosos ejemplos de sacerdotes que han servido en el Iglesia.
A continuación el texto completo de la Carta Pastoral:
CARTA PASTORAL
CON MOTIVO DEL AÑO SACERDOTAL
Al Presbiterio Diocesano,
Seminaristas, Religiosas
Y Fieles Cristianos Laicos
que edifican el Reino de Dios en el Táchira:
¡Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo,
El testigo fiel, que ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para Dios!
(Apoc. 1, 4.5.6.)
I. EL AÑO SACERDOTAL
1.
Con ocasión de los 150 años del paso pascual a la eternidad del San Juan María Vianney, el santo Cura de Ars, el Papa Benedicto XVI ha convocado un AÑO SACERDOTAL. El Obispo de Roma, a la vez, ha querido colocarlo en continuidad con el recién finalizado AÑO PAULINO: De hecho, mientras está concluyendo el Año Paulino, dedicado al Apóstol de los gentiles, modelo extraordinario evangelizador (…), este nuevo año jubilar nos invita a mirar a un pobre campesino que llegó a ser un humilde párroco y desempeñó su servicio pastoral en una pequeña aldea. Aunque los dos santos se diferencian mucho por las trayectorias de vida que los caracterizaron (…) hay algo fundamental que los une: su identificación total con su propio ministerio, su comunión con Cristo. (BENEDICTO XVI, Catequesis durante la Audiencia General del 24 de junio de 2009).
2.
En una carta dirigida a todos los sacerdotes, el Papa señalaba que este año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo sea hoy más intenso e incisivo. De cara a los sacerdotes y al pueblo de Dios, el objetivo y metas de este año jubilar son claros: ocasión para un período de intensa profundización de la identidad sacerdotal, de la teología sobre el sacerdocio católico y del sentido extraordinario de la vocación y de la misión de los sacerdotes en la Iglesia y en la sociedad (Carta del Cardenal Claudio Hummes, Prefecto de la Congregación para el Clero, con motivo del Año Sacerdotal). Es, por tanto, una hermosa oportunidad para promover y coordinar las diversas iniciativas espirituales y pastorales que parezcan útiles para hacer que se perciba cada vez más la importancia del papel y de la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea (BENEDICTO XVI, Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Clero, 16 de marzo del 2009).
3.
En nuestra Iglesia local, hemos acogido con gran alegría esta iniciativa del AÑO SACERDOTAL. Tanto a nivel diocesano y parroquial como al de otras instancias eclesiales se están organizando diversas actividades que nos permitan a todos obtener los frutos espirituales que el Señor quiere concedernos en este tiempo de gracia. En esta línea, les dirijo a todos ustedes esta Carta Pastoral con la que quisiera proponerles algunas reflexiones y sugerencias para vivir adecuadamente el AÑO SACERDOTAL.
II. ¿POR QUÉ TENEMOS SACERDOTES?
4.
No hay que caer en la tentación de pensar que el sacerdocio y el ejercicio del mismo es un “elemento cultural” o una “costumbre histórica”. Quizás muchos puedan pensar que el sacerdocio en la Iglesia es una especie de profesión secular con algunas características religiosas o una manifestación de un funcionalismo burocrático. Tampoco se le puede caracterizar sólo con criterios sociológicos. El sacerdocio cristiano forma parte esencial de la vida de la Iglesia: es uno de los sacramentos instituidos por el Señor Jesús y que apunta al servicio de todos los miembros del pueblo de Dios. A la vez, es necesario recordar que Jesucristo es el Sumo y Eterno Sacerdote, y que el sacramento del Orden Sacerdotal configura a quien lo recibe con el Señor Jesús.
5.
En su designio de salvación, Dios Padre envió a su Hijo al mundo como expresión radical de su amor por la humanidad (cf. Jn 3,16ss). Así, el Hijo de Dios se hizo hombre y se encarnó en la humanidad (cf. Jn 1,14) para inaugurar el Reino y conducir a la humanidad hacia la plenitud de la salvación. Para ello, Jesús el Señor hizo entrega generosa de su propia vida, con lo cual cumplió la voluntad del Padre Dios, es decir la salvación de todos los seres humanos. Con esa entrega le dio una dimensión sacerdotal a su propia vida. De allí, como nos enseña la Carta a los Hebreos, podemos decir que Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran Sumo Sacerdote (4,14). Por otra parte, Jesús es Sacerdote y Víctima: sacerdote que ofrece una víctima sacrificial, la cual es Él mismo (cf. Heb 7,27). Con la ofrenda de su vida, consiguió la salvación e inauguró una nueva alianza sellada con su sangre: De este modo, Jesús es quien garantiza una alianza mejor que la primera (7,22). El es el único y verdadero sacerdote de la nueva alianza (cf. 7,24ss).
6.
Fruto de esa ofrenda sacerdotal es la hermosa realidad que convierte a los creyentes y discípulos suyos en hijos de Dios y templos vivos del espíritu Santo. Como tales, se identifican con Él, incorporándose a su muerte y resurrección y así se introducen en el camino de la novedad de vida (cf. Rom 6, 3-4). Los creyentes, por el bautismo pertenecen al pueblo de Dios que tiene una dimensión sacerdotal. Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia “un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre” (Ap 1,6). Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de la participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son “consagrados para ser… un sacerdocio santo”. (CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA, n.1546). Por eso, como nos enseña Pablo, todo creyente le debe dar una dimensión sacerdotal a su propia existencia: por ser ofrenda viva,, santa y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer (Rom 12,1).
7.
En la Última Cena, Jesús instituye, junto con la Eucaristía, el sacramento del Orden Sacerdotal. Con él, a quienes elige, los marca y los configura para Sí a fin de que, proclamando el Evangelio, celebrando los misterios de la fe y realizando la caridad pastoral, hagan continua memoria de la Pascua redentora del Señor. Es decir, que los elegidos y consagrados por el ministerio que ellos realizan, se siga haciendo presente los efectos de la obra salvadora inaugurada por Jesús.
III. ¿QUÉ SIGNIFICA SER SACERDOTE?
8.
Es necesario destacar primero lo que no es ser sacerdote. Resulta fácil reducir la identidad y la imagen del sacerdote, sobre todo si recurrimos a criterios sociológicos y profanos. El sacerdote no es un profesional de las cosas religiosas, que realiza un trabajo más en la sociedad. Tampoco es un gerente de lo pastoral que limita sus actividades al campo de la planificación y organización. Mucho menos se debe considerar el sacerdocio como un escalafón de tipo social que le permita acceder a puestos de privilegios o de relevancia en la sociedad. Frente a esto, urge recordar lo que significa ser sacerdote.
9
El autor de la Carta a los Hebreos nos ofrece una primera aproximación sobre la identidad del sacerdote: Es un hombre tomado de entre los hombres y puesto en medio de ellos para las cosas que son de Dios (5,1). Desde esta perspectiva, entonces, el sacerdote debe distinguirse por su misericordia y cercanía a los suyos, ofrecer sacrificios y conducir a los seres humanos hacia un encuentro vivo con Dios, por lo cual se convierte en fuente y causa de salvación para todos (cf. 5,2-3.9).
10.
Todo esto lo puede realizar un sacerdote pues por el sacramento del Orden se configura a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Esta configuración le consagra para actuar en nombre de Cristo y de la Iglesia y así, hacer memoria de su obra de salvación. Por la unción del Espíritu Santo, se convierte en mediador para construir la comunión de los hombres entre sí y de éstos con Dios. Al configurarse con Cristo, el sacerdote también se identifica con Él de tal manera que hace suyo el estilo de vida de Cristo: es obediente, casto y pobre, para ser, además, signo del reino de Dios. Por el Sacramento, recibe una especial fuerza del Espíritu Santo, con la cual ejerce su ministerio y se distingue como testigo que alienta a todos a ser santos como él ha de serlo. Quien es configurado a Cristo recibe los tres oficios sacerdotales del Señor: es pastor, es profeta y es santificador.
11.
A imagen de Cristo, Buen Pastor, cada sacerdote está llamado a encarnarse en sus comunidades. Así, debe conocer a los suyos y ser conocido por ellos, para guiarlos y conducirlos hacia lugares seguros (cf. Jn 10; Sal 23). Como garantía, el sacerdote es capaz de dar la vida por todos y de salir en busca de los extraviados para atraerlos a la grey, y así edificar la unidad. Como pastor bueno, además de sintonizar con su grey, el sacerdote sostiene y fortalece a su comunidad, a la que dirige y anima con la autoridad de su testimonio de vida.
12.
A imagen de Cristo Palabra, cada sacerdote es profeta y maestro. Esto le convierte en servidor de la Palabra, que da a conocer promoviendo una respuesta adecuada y generosa por parte de los fieles. En esta línea, ayuda a los creyentes a ser discípulos de Jesús, para lo cual instruye, enseña y educa en la fe a tiempo y a destiempo. Al ser imagen del Cristo-Palabra, el sacerdote no sólo la conoce, sino que también la hace suya y la transparenta por su propio testimonio de vida. De igual manera, se convierte en voz de Dios para los suyos, así como en la voz del pueblo para hacerla llegar a Dios.
13.
A imagen de Cristo Santificador, todo sacerdote celebra la fe y la salvación. Para ello, es el gran animador de la liturgia y celebrante de los sacramentos. Particular importancia tiene el ministerio eucarístico con el cual se hace memoria de la Pascua del Señor y desde el cual se edifica y sostiene la Iglesia-Comunión. Por ser su ministerio fuente de salvación, apunta a la santificación de todos. Esto le lleva al ministerio de la reconciliación con el Señor y con los demás, así como al ejercicio de la misericordia. Como pastor, debe buscar la oveja descarriada y acogerla con cariño y celo apostólico.
14.
Al no ser un profesional de lo religioso, el sacerdote es configurado a Cristo por el sacramento del Orden. Juan nos señala algo importante: no son los sacerdotes quienes eligen serlo, sino que son elegidos por Dios (Jn 14, 36) Se requiere una respuesta libre, que se va madurando con un justo discernimiento. Este se da en un tiempo y en un lugar determinado que llamamos SEMINARIO. En él confluyen las diversas áreas de la formación sacerdotal (humana-espiritual-académica-pastoral) que permiten madurar la respuesta a la llamada de Dios y así los candidatos o seminaristas vayan aprendiendo a configurarse con Cristo Sacerdote. Por eso, también durante este AÑO SACERDOTAL es importante y necesario fijar nuestra atención y oración hacia nuestro SEMINARIO DIOCESANO SANTO TOMAS DE AQUINO.
IV. ¿PARA QUÉ TENEMOS SACERDOTES?
15.
Desde la vivencia bautismal, como discípulos y misioneros, los sacerdotes están al servicio de Dios, de la Iglesia y de la humanidad. Se trata de un servicio realizado en nombre de Cristo y que tiene diversas expresiones, pero que apuntan a un único objetivo: con disponibilidad y generosidad total cooperar con la obra de salvación inaugurada por Jesús con su muerte y resurrección. Como testigos del Señor, los sacerdotes están en medio de su pueblo para iluminar su camino y animarlos a optar por Cristo. Así, en el ejercicio de su ministerio cumplen con el mandato del Maestro de ir a hacer nuevos discípulos (Mt 28,19).
16.
Como ya lo sugerimos, a imagen del Buen Pastor, el sacerdote está llamado a dirigir al pueblo de Dios que se le ha confiado. Además de la cercanía a su gente, el diálogo tiene que ser una actitud permanente en él: así podrá hacer realidad lo que en Juan 10 se nos indica, ya que conocerá a los suyos y será conocido por ellos, lo cual le impulsará a guiar a su pueblo con la garantía de su propia vida.
17.
Tarea importante de un sacerdote-pastor es la edificación de la comunión en la Iglesia. Con ello, además de invitar a la unidad y sostenerla, promueve el amor fraterno, carta de identidad de los discípulos. Así consigue lo que aparece descrito en el Libro de los Hechos de los Apóstoles: Todos los creyentes, que eran muchos, pensaban y tenían un mismo sentir (4,32)…todo lo tenían en común y nadie pasaba necesidad (2,45). El ministerio eucarístico lleva precisamente a promover y celebrar la comunión, ya que tiene presente que la Eucaristía es el centro, culmen y fuente de la vida de la Iglesia. Como primera expresión de ese ministerio de comunión, el sacerdote la vive en estrecha armonía con su Obispo y con el Presbiterio diocesano.
18.
Para fortalecer la comunión, el sacerdote es ministro de la reconciliación. Así está obligado a buscar la armonía y la concordia entre todos. De acuerdo a lo que nos enseña la carta a los Efesios, debe cooperar para derribar cualquier muro de división y entonces promover el hombre nuevo (cf. Efes 2, 15ss). Jesús es el modelo: se acercó a los pecadores no para condenarlos sino para brindarles el perdón y la liberación de la maldad. Desde esta perspectiva, el sacerdote denuncia el pecado, invita a la conversión y auspicia el abrazo amoroso con la misericordia divina.
19.
De igual manera, el sacerdote es un evangelizador. Vive, como la Iglesia, para anunciar el Evangelio de Jesucristo y edificar el Reino. Al igual que Pablo, cada pastor debe saber exclamar ¡Ay de mí si no evangelizara! (1 Co 9,16). Esta es una exigencia de la propia identidad sacerdotal: por estar configurado a Cristo, el sacerdote tiene que darlo a conocer. Su vida y ministerio se convierten en un evangelio viviente; esto llevará a sus interlocutores, al oír y ver al sacerdote-testigo, a que conozcan al Señor y puedan decidirse a seguirlo.
20.
Por ser un hombre tomado de entre los hombres, el sacerdote también tiene que acompañar a la humanidad creyente y no creyente, a la que acepta o no a Cristo, con sus gozos y esperanzas, sus angustias y problemas (cf. G. S. 1). El sacerdote tiene que ser un punto de referencia para la sociedad con su actitud de servicio, a la vez que ha de ser un promotor del cielo nuevo y la nueva tierra que nacen de la redención liberadora de Jesucristo. Desde el compromiso con la humanidad, el sacerdote debe tener muy clara la opción preferencial por los pobres y excluidos. Como nos enseña el Documento de Aparecida, requerimos de presbíteros-servidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de la cultura de la solidaridad (n. 199).
V. ¿QUE ACTITUD DEBEMOS TENER ANTE NUESTROS SACERDOTES?
21
Durante este Año Sacerdotal, tenemos la oportunidad de tomar conciencia de lo que significa para nosotros el sacerdocio y qué actitudes debemos tener ante nuestros sacerdotes. Como punto de partida, es necesario que aprovechemos esta ocasión para reafirmar nuestra fe en el sacerdocio de Jesucristo. Con ella, la fe en el sacerdocio de Jesucristo, podremos orar por nuestros sacerdotes, conocer la doctrina eclesial acerca del ministerio sacerdotal y acompañar con caridad fraterna a quienes se han configurado a Cristo para el servicio de su pueblo.
22.
Desde este horizonte, invito a todos los laicos y religiosas de nuestra Diócesis a:
a) Orar por la santificación y perseverancia de nuestros sacerdotes.
b) Acompañarlos con sentido de comunión y amistad, apoyándoles con. expresiones de afecto y comprensión, así como compartiendo sus gozos y dificultades y, si fuera necesario, con caridad y humildad corrigiendo eventuales defectos.
c) Conocer la doctrina eclesial acerca del sacerdocio, a través de lecturas y participación en cursos y talleres.
d) Dar a conocer, de igual modo, la doctrina sobre el sacerdocio, así como difundir los hermosos ejemplos de sacerdotes que han servido en nuestra Iglesia.
23.
Consecuencia, también, de lo que hagamos durante este Año Sacerdotal, será la reafirmación y fortalecimiento de la pastoral vocacional, una de las prioridades den nuestra Diócesis, luego del II Sínodo. Más aún, la realización del Año Sacerdotal debe tener una fuerte intencionalidad vocacional. Es decir, que aprovechemos también para presentar a tantos niños, adolescentes y jóvenes la propuesta vocacional e invitarlos a responder positivamente si sienten la llamada de Dios.
24.
Un instrumento eficaz para lograr sacerdotes santos y pastores buenos es el Seminario. En nuestra Diócesis, casi desde su fundación contamos con la gracia de un Seminario que ha formado centenares de sacerdotes y numerosos fieles cristianos laicos. Este Año Sacerdotal nos permitirá también reforzar nuestro cariño y preocupación por el Seminario, implorando del Señor la luz para los formadores y la perseverancia para nuestros seminaristas.
VI. CONCLUSION.
25.
Durante este Año Sacerdotal seremos acompañados por el ejemplo e intercesión del Santo Cura de Ars y de otros santos sacerdotes. En nuestra Iglesia local, podemos destacar el testimonio del Siervo de Dios Tomás Antonio Sanmiguel Díaz, primer Obispo de San Cristóbal, quien fundó nuestro Seminario y manifestó un especial amor por su Presbiterio. María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación, es madre del Sumo y Eterno Sacerdote. Jesucristo, y de todos los sacerdotes. A ella acudimos para implorar su maternal protección. Ponemos en las manos del Señor la vida y ministerio de nuestros sacerdotes para que actúen según su corazón.
A todos los saludo con afecto: Que el gran Pastor de las ovejas, quien con su sangre confirmó la alianza eterna los haga a ustedes perfectos y buenos en todo, para que cumplan su voluntad. Amén (Heb 13,20.21)
Con mi cariñosa bendición,
+ Mario, Obispo de San Cristóbal.
San Cristóbal, 25 de julio del año 2009, Fiesta de Santiago Apóstol