A TODOS LOS MIEMBROS DE
LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
PRESENTES EN LA DIOCESIS DE SAN CRISTOBAL
¡SALUD Y PAZ EN EL SEÑOR!
Al celebrarse nuevamente el DIA DE LA VIDA CONSAGRADA, quiero, en mi nombre y en el del Presbiterio Diocesano, saludarles y reiterarles nuestro aprecio a todos Ustedes. Los diversos Institutos de Vida Consagrada, presentes en nuestra Iglesia local de San Cristóbal, constituyen esa atalaya de la que nos habla la Escritura, para orar por nuestra Iglesia, para anunciar la Buena Noticia de Jesús y hacer brillar la luz del Reino de Dios con el propio testimonio de vida. A la vez, les animo para que, con sus propios carismas y desde sus obras, puedan seguir siendo, para nuestra gente, sal que da sabor de Evangelio y luz que guíe sus senderos.
Hoy por hoy, ante los grandes desafíos que se nos presentan en la hora actual, es importante que nos hagamos sentir como discípulos de Jesús, en quien hemos puesto nuestra confianza; y como servidores del pueblo de Dios. Para ello, con la fuerza del Espíritu, nos corresponde ser creadores de esperanza. Las dificultades por las que atraviesa nuestro país, en especial los problemas derivados de la descomposición moral que ataca nuestra sociedad, requieren de cada uno de nosotros la fidelidad al Evangelio, el decidido compromiso apostólico y la prístina vivencia de la comunión eclesial.
No es un tiempo para conformismos ni nostalgias de privilegios que hubiéramos podido tener en el pasado. Más bien es un momento estelar para nuestra Iglesia que debe caminar junto a su gente, sabiendo cuál es la senda: JESUCRISTO, CAMINO, VERDAD Y VIDA. Y en ese caminar todos nos deben sentir “compañeros de peregrinación”; en especial los pobres y excluidos. Ellos han de constituir nuestra primera preocupación.
Las palabras del Santo Padre al inaugurar la Conferencia de Aparecida siguen siendo válidas y vigentes: “La sociedad latinoamericana y caribeña necesita vuestro testimonio: en un mundo que muchas veces busca ante todo el bienestar, la riqueza y el placer como objetivo de la vida, y que exalta la libertad prescindiendo de la verdad sobre el hombre creado por Dios, vosotros sois testigos de que hay una manera diferente de vivir con sentido; recordad a vuestros hermanos y hermanas que el Reino de Dios ha llegado; que la justicia y la verdad son posibles si nos abrimos a la presencia amorosa de Dios nuestro Padre, de Cristo nuestro hermano y Señor y del Espíritu Santo nuestro Consolador”.
Damos gracias a Dios por la presencia y trabajo de todos Ustedes en nuestra Iglesia de San Cristóbal, que se “renueva en espíritu y verdad”. Nos anima y alienta saber que tanto Ustedes como nosotros compartimos la misma tarea: anunciar el Evangelio de Jesús y construir el reino de Dios. Les invito y animo a asumir como propio el Plan Diocesano de Pastoral y la Misión Diocesana con la que realizamos en el Táchira la Misión Continental. Hemos dado pasos importantes: entre ellos la formación de nuestros hermanos laicos, la promoción de la Lectura de la Palabra en las Comunidades Eclesiales de Base y la atención a los jóvenes. Muchos de Ustedes se han involucrado de manera directa en éstas y otras acciones pastorales. Así damos testimonio de comunión en el servicio, el cual enriquecemos con los carismas propios de cada Instituto de Vida Consagrada.
Imploro del Dios de la Vida para todos Ustedes la fuerza de su gracia, y que les conceda muchas y santas vocaciones. María, la mujer sencilla de Nazaret, Madre del Dios humanado y modelo de fe, les acompañe con su maternal protección. Son todos Ustedes una especial bendición para nuestra Diócesis: por eso, junto a nuestro saludo y reconocimiento, reciban la garantía de un recuerdo cariñoso en la oración.
+Mario del Valle, Obispo de San Cristóbal
San Cristóbal, 2 de febrero del año 2011.