
Quiero compartir con todos Ustedes la experiencia maravillosa del encuentro con el San Padre durante la reciente Visita Ad Limina de los Obispos de Venezuela.
Un momento importante y central en la Visita Ad Limina es el encuentro personal del Papa con cada Obispo en la audiencia privada. Cada uno de los Obispos iba recibiendo, con anticipación, la carta de invitación para la audiencia privada. Personalmente me correspondió el día 13 de junio. Acompañados de los sacerdotes Edgar Sánchez S., Alirio Zambrano y Jesús Alexis Mora Angarita, nos dirigimos al Palacio Apostólico para llegar con tiempo. Hicimos la antesala, donde se nos explicó la dinámica del encuentro: primero pasaba el Obispo, saludaba al Santo Padre, y venía la foto junto con el Papa. Posteriormente, por algunos minutos, entraban los acompañantes del Obispo, quienes saludaban al Papa, recibían un recuerdo del encuentro y posaban para la respectiva foto.
Inmediatamente de la salida de los acompañantes, comenzaba la audiencia privada. Generalmente dura unos quince minutos. La nuestra duró media hora. Acompañado, por Mons. Fernando Chica, intérprete del Santo Padre si fuera necesario, nos dirigimos al escritorio, donde había un ATLAS GEOGRAFICO. Allí le indiqué donde estaba situada la Diócesis de San Cristóbal. El Papa veía con interés y me preguntaba acerca de la frontera. Luego me preguntó la distancia que había desde San Cristóbal a Caracas; al decirle que se tardaba más o menos una hora en avión, él mismo replicó “unos mil kilómetros”. Le hablé de su configuración de montañas y tierras bajas, Entonces me indicó “claro está en Los Andes”.
Nos sentamos y comenzó una muy amena conversación. Comencé hablándole de la configuración de las parroquias y de las zonas pastorales, del número de sacerdotes. Le hablé del Seminario Diocesano y quedó maravillado por el número de seminaristas. Me enfatizó que era muy afortunado. Me preguntó sobre la edad de los sacerdotes. Le indiqué que la edad media giraba en torno a los 40 años, pero le llamó la atención de que hubiera un sacerdote con 91 años, para el cual envió una especial bendición.
Seguidamente le hablé del II Sínodo y de sus frutos, así como del Proyecto Diocesano de Pasoral y la Misión Diocesana que estamos realizando, en conjunción con la Misión Continental. Le llamó la atención que estuviéramos desarrollando las comunidades de base. A lo que le señalé que estábamos trabajando con una división en sectores por parroquias (aproximadamente unos 1600 sectores en toda la diócesis) También le hablé de la Universidad Católica del Táchira y del Instituto Universitario Eclesiástico Santo Tomás de Aquino. En esta línea le enfaticé en el crecimiento de la UCAT, de su nueva sede y del empeño con la pastoral universitaria y la evangelización de la cultura. Lo mismo acerca del aporte del IUESTA, tanto para la formación de los seminaristas como de los laicos. Se maravilló al decirle el número de Universidades e Institutos Universitarios presentes en la zona. Al preguntarme sobre el número de estudiantes universitarios me enfatizó en la necesidad de una oportuna atención a los jóvenes universitarios.
Hablamos de la Catequesis y de los catequistas. También le llamó la atención que los catequistas recibieran una adecuada formación por medio de los diplomados en los que participan. Posteriormente me pregunto acerca de donde había realizado mis estudios, y cuáles encargos había recibido antes de ser Obispo de San Cristóbal. También se interesó porque le hablara de algunos datos de mi familia.
Hablamos de la situación socio-económica-política del Táchira. Allí surgió el tema de la presencia de la guerrilla, paramilitares, narcotráfico, del fenómeno del sicariato y de los secuestros, y nuestra mediación en algunos casos. Me preguntó como eran las relaciones con el Gobierno regional en sus diversas expresiones (ejecutivo, legislativo y municipal), a lo que le respondía que eran normales y que yo consideraba que era siempre mejor la mediación y crear puentes.
Tocamos el tema de la pastoral juvenil y vocacional. Se interesó cuando le dije que mensualmente se tenía una escuela discipular para jóvenes y la Lectio Divina. Entonces me preguntó si había tenido alguna labor pedagógica a lo largo de mi ministerio sacerdotal y episcopal.
Me insistió en el apostolado con las familias y sobre todo el promover la vivencia cristiana en ellos. Seguidamente mencioné la atención a los desplazados y refugiados, así como a los más necesitados. Hablé de la gran devoción a la Eucaristía (se maravilló al hablarle de los Encuentros Eucarísticos que se realizan en la Diócesis y de la procesión de Corpus durante el Año de la eucaristía). También le hablé de la devoción al Santo Cristo de La Grita y a Nuestra Señora de la Consolación (con sus santuarios y las peregrinaciones hacia ellos). Como todo esto fortalecía la fe cristiana del pueblo de Dios.
Hablamos de los medios de comunicación social y del Diario Católico, de los Monasterios de Vida Monástica y de los procesos de canonización que se tienen en la Diócesis: Le hablé de cada uno de ellos. Cuando le hablé de la Sierva de Dios María Israel Bogotá, me preguntó porque se la consideraba mártir. Le llamó la atención el ejemplo de Medarda Piñero y del primer obispo, Tomás Antonio Sanmiguel.
Durante todo el tiempo de la audiencia, lo sentí muy atento y siempre sonriente. Le pedí una bendición para mis sacerdotes, seminaristas, fieles de la Diócesis, amigos, familiares y para mí. Al inicio le había entregado como regalos, algunos libros y una bandeja artesanal realizada por los niños especiales de la escuela de educación especial de Independencia. Al despedirme me dio unas estampas y unos rosarios, como recuerdo de la visita.
Ha sido una experiencia gratificante y de reafirmación de la comunión con el Sucesor de Pedro. Sentí confirmado mi ministerio episcopal en San Cristóbal y la comunión de nuestra Iglesia con él. De igual modo, sentí un cariño especial hacia nuestra patria y nuestra Diócesis. Le recalqué varias veces que en el Táchira lo quieren mucho. Los sacerdotes que me acompañaron estaban radiantes de alegría, tal y como me lo manifestaron luego de salir de la audiencia privada con el Santo Padre.
Considero entre las cosas importantes de la Visita Ad Limina la reafirmación y confirmación de la comunión con nuestra Iglesia local. Había enviado la relación quinquenal, donde hacía énfasis de nuestro caminar en estos últimos años. El encuentro con el Papa fue un acto de comunión con él y con nuestra Iglesia local. Me sentí que era todo el presbiterio, toda la Diócesis, todo el Táchira quien estaba hablando y recibiendo las bendiciones del santo Padre. Esta comunión con la Diócesis se fortaleció con las diversas comunicaciones sostenidas con sacerdotes de la diócesis en estos días. De igual manera con el encuentro con nuestros sacerdotes y seminaristas que están en Roma: nos permitió hablar y compartir el camino de los últimos años. No me sentí aislado. En todo momento tenía presente la Iglesia local de San Cristóbal, con sus alegrías y esperanzas, con sus dificultades… pero sobre todo con su empuje evangelizador. Me sentí muy impulsado a orar con mayor intensidad por el pueblo de Dios y el presbiterio diocesano. De manera especial ofrecí la Eucaristía que presidí en San Pablo Extramuros. Ese día, al terminar la celebración, todos los sacerdotes y seminaristas diocesanos compartimos un ágape, simbolizando nuestra comunión diocesana. Incluso el hecho de mantenerlos a ustedes informados por medio del Diario Católico quiso ser no sólo una tarea comunicacional, sino una expresión de comunión con la Diócesis.
Ahora seguimos con mucha ilusión la tarea evangelizadora recibida. Dios nos da su luz y su fuerza… nosotros ponemos el entusiasmo apostólico.
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal